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Pijos y macarras

Esta es una historia de pijos y macarras. La de los que querían diferenciarse del resto luciendo logos de marcas inaccesibles para la mayoría de mortales y la de los que sin recursos, teniendo un estilo propio, acabaron seduciendo a los pijos. ¿Tu eras pijo o eras macarra?

No recuerdo cuál fue la primera vez que vi un pijo, pero probablemente di por sentado que lo era por su manera de vestir. Los pijos que yo conocí cuando todavía no me afeitaba, no eran gente que viviera en la zona más cara de la ciudad, pero sí que vivían en apartamentos generosos, de grandes dimensiones.

Tenían segunda residencia, vestían polos o camisa, tenían tejanos de marca, zapatillas deportivas Nike o adidas e iban a esquiar en invierno (cosa que yo ni tan siquiera podía soñar por aquel entonces…).

En mi clase de 6º de EGB sólo había una niño que iba a esquiar. Era la hija del director de una oficina de «La Caixa», y siempre volvía de vacaciones con la marca de las gafas de esquiar sobre su morena piel de esquiadora. El resto de la clase estábamos blancos como el papel.

Yo no sé si por aquel entonces yo era un mini macarra, pero lo que es seguro es que no era un pijo. Y es que si viajamos a la joven sociedad de los 80s la people se dividía en 2 partes: Los pijos y los macarras. Montescos y capuletos, la vieja historia de siempre. Como en el musical “West Side Story”, pero sin navajas de por medio.

LOIS, LIBERTOS, DERBIS VARIANT…
El macarra era el chico o chica que trabajaba durante toda la semana en un bar, en una fábrica o en un taller y estaba esperando a que llegara el fin de semana para poder ponerse sus mejores galas, e irse de fiesta con los amigos a la discoteca.

Un macarra podría haberse puesto unos Lois (siempre de cintura alta…). Una camiseta guapa de Liberto (a lo mejor de mercadillo), una chupa de piel rollo piloto de aviones de Top Gun, y vete a saber que bambas. Igual unas JHayber o unas Paredes, y después de haberse comido una pizza en Pizza World o un hamburguesa en la hamburguesería de su barrio, se montaba en la Derbi Variant o en la Vespino y se iba se iba a un club donde pusieran la mejor Spaguetti Disco.

LOS PIJOS DE BARCELONA
El pijo, el pijo de Barcelona, cenaba en el Pokins de la plaça Francesc Maciá, y antes de ir a la disco quedaba en el Mas i Mas, uno de los locales más in de la zona alta, para tomarse las primeras copas con su polo Lacoste. También llevaban unos tejanos, cazadora Chevignon o Karhu y las Nike Wimbledon, que eran customizadas por los tíos con una bandera Italiana pegada en la talonera y por las chicas con un Snoopy… (luego sabréis por qué…)

Ah1, y para desplazarse hasta la discoteca, hasta el mítico Otto Zutz, lo más fardón era tener en una Montesa Impala o una Scoopy. Lo más de lo más nunca mejor dicho en este caso.

Pero recordemos que a los pijos los podríamos dividir en dos grandes categorías. Y es que no era ni sigue siendo lo mismo tener dinero que querer aparentarlo. Ser pijo nunca ha tenido porque ser equivalente a tener dinero y ser rico.

¿QUÉ SIGNIFICA PIJO? 🙂
Según la RAE, pijo es una persona que: “en su vestuario, modales, lenguaje, etc., manifiesta afectadamente gustos propios de una clase social adinerada”. Y según el escritor Sergi Pàmies puede que el vocablo pijo proceda de Murcia, donde por lo visto, solía utilizarse no sólo como exclamación similar a «coño» sino para describir a un imbécil. Una teoría que también recoge el “The Alternative Spanish Dictionary”, editado por el Zombie’s Language Center.

¿Pero como saltó la expresión “pijo”, de Murcia a Pedralbes? Pues quizá a través de la inmigración. La misma que, según cuenta la gente mayor, inventó el pan con tomate para ablandar el pan de los trabajadores que construían el metro de Barcelona.

Ser pijo en nuestras ciudades, siempre ha ido más de aparentar que de ser.

Hasta finales de los 70s, los niños bien habían fardado y socializado en la estricta intimidad de sus casas, en sus inaccesibles fiestas privadas a las que nuca te invitaban. Pero durante esa misma época, en los lugares de veraneo a los que nunca iban las familias de clase alta, comenzó a surgir un nuevo tipo de fiestas.

En 1967, en Barcelona, un señor llamado Ricardo Urgell decidió abrir junto con su hermano un pequeño local llamado PACHÁ. Un local en Sitges que al principio le costó arrancar pero que poco a poco, gracias en parte a los turistas que buscaban fiesta junto al Mediterráneo, comenzaron a convertirlo en una discoteca de referencia.

Y en las discotecas las señas de identidad de clase no se construían con apellidos, allí no te conocía nadie. No te conocía ni el tato, y no podías presumir de piscina. Allí había que llevar ropa que hablara por ti mismo y beber y moverse a la moda.

En aquellos clubs la música alta y la mezcla de oscuridad con luces parpadeantes favorecía la confusión. Era el lugar perfecto para que las clases medias pudieran comenzar a mostrarse como nunca antes habían podido. Tal vez no fueran ricos, pero podían aparentarlo.

El Plan Marshall había llegado a España y la nueva sociedad comenzaba a prepararse para comenzar a consumir marcas como nunca antes lo había hecho. Los pijos nacieron bajo el cielo estrellado de las noches de verano. Era el inicio de una nueva revolución social.

MARCAS DE PIJOS EN BARCELONA
Los Pielsa Nautimoc, las adidas Stan Smith, las Nike Wimbledon, los Sebago, las Freestyle de Reebok, los Dr Marteens, los Levis, los jerseys Privata, los tejanos Liberto, los Lois, Mistral, Kappa, Lacoste, las gafas Ray Ban….

Las discotecas eran los espacios que le daban sentido a todo aquello. Aquel era el lugar donde muchas de aquellas marcas te daban la imagen necesaria para poder venderte como alguien al que le iban muy bien las cosas, de buena família.

Las discotecas eran el lugar de ocio predilecto de las clases medias pero también de las clases altas. Allí se mezclaba todo el mundo.

¿PORQUE LOS PIJOS Y MACARRAS SE JUNTABAN EN LAS DISCOS?
Los pijos y macarras adoraban las discos porque era un lugar donde poder conocer gente de otros barrios mejores que los suyos, y aspirar a quién sabe qué. Y los pijos adinerados porque podían expresarse libremente, huyendo del ambiente opresivo y convencional de sus estrictas, aburridas y ordenadas vidas.

Allí estaban todos, todos los tipos de pijos, con ganas de conocer, asomarse a la contracultura, y ser los primeros en descubrir y dejarse influenciar por artistas como David Bowie.

Los pijos de buena familia rechazaban toda la parafernalia social del círculo acomodado que les rodeaba, pero eso sí, se beneficiaban de la tranquilidad y las libertades que les permitían saber que, en casa siempre tendrían un plato de sopa caliente. Yo siempre les he llamado Pijipis, de Pijo + Hippy

Gracias a las primeras galerías y primeros centros comerciales, y a las asequibles tiendas pret-a-porter, los jóvenes de clase media pudieron comenzar a vestir con marcas que eran reconocidas como pijas, sin tener unos precios desorbitados. Y así poco a poco fueron surgiendo pijos y macarras de distintas clases sociales.

LOS PANINARI
Un caso muy distinto era el de Los Paninari, los jóvenes pijos de Italia, que pusieron en práctica aquello de “eres lo que cuestan aquellas prendas que vistes”. Una generación de jóvenes fascinada por la logomanía y obsesionada por aparentar a través de las marcas que vestían. Los Paninari eran pijos con mucha pasta.

ARMANI, LEVI’S, TIMBERLAND, BURLINGTON
Magnetizados por el American Way Of Life, vestían con marcas de diseñadores Italianos, y como no también con marcas americanas. Los jeans tenían que ser Armani o Levi’s 501 con los bajos con dobladillo para dejar a la vista los calcetines super pijos de rombos Burlington.

En verano había que llevar náuticos y en invierno botas Timberland, y los jerséis tenían que estar sobre los hombros anudados al pecho. Era la versión italiana del look preppy norteamericano heredero del famoso estilo universitario Ivy League que protagonizaron los estudiantes de las mejores universidades americanas en los años 50s y 60s.

Aquella generación de adolescentes italianos de los ochenta no tenía móviles ni redes sociales, pero estaba enganchadísima a la tele, sobre todo a Tele 5. Y allí los torpedeaban sin cesar con pelis, series y anuncios que los convirtieron en consumistas de primer orden.

HOMBRES G
Y mientras en España, llegaron los Hombres G!!! el grupo de música pija por excelencia.
Aunque David Summers, el cantante, y el resto del grupo eran de clase media, media-alta y vivían en una urbanización relativamente acomodada, los Hombres G no se consideraban pijos.

A ellos les molaba el ska, el punk y eran fans de los Pegamoides, pero el tono cándido de las canciones de Hombres G, que salían a tocar en sus conciertos (con el mismo tejano y el polo que se habían puesto al levantarse por la mañana), conectó muchísimo con aquella juventud que buscaban pasárselo bien. Ellos no eran pijos pero su público si que lo era, y mucho.

La “HombreGmanía” estalló a finales de los años ochenta, cuando estrenaron la película “Sufre Mamón” en la que se aliaban contra un pijo que se llamaba Ricky Lacoste, ¡que le había robado la novia a David Summers!.

CONSUMISMO MADE IN USA
Y a nosotros desde EEUU nos llegaban series como Fraggle Rock, Salvados por la Campana (donde se veía a los protas con muchas, muchísimas zapas guapísimas), Dinastía o Falcon Crest. Aleccionando desde el televisor a unos espectadores que, ahora sí, se sentirían preparados para incorporarse a la la sociedad de consumo. 

Nos habían influenciado los americanos, nos habían influenciado los Paninari Italianos y ahora nos tocaba a nosotros. Por primer vez en cincuenta años, las clases medias podían intentar de todas, todas, acceder a una clase social distinta. Aunque tan sólo fuera mediante la adquisición de productos de marca que les hiciera creer en una vida mejor.

NIKE WIMBLEDON
Y ahí fue cuando los jóvenes empezaron a medir su poderío poniéndose tejanos de marca Levi’s 501, desplazándose en Scooters y comprándose zapatillas caras. Como las Nike Wimbledon, que costaban 13.000 pesetas, lo que ahora en el 2020 sería como comprarse unas zapas de 300€, por buscar un comparativo de lo caras que eran las Nike Wimbledon.

Aquellas zapas de tenis blancas con el logo y la talonera en azul que popularizó el tenista John Mc Enroe cuando se las puso para jugar y ganar el torneo de Wimbledon del 81. Eran de las primeras zapas guais que llegaron a las tiendas de nuestros barrios.

Por aquel entonces el fenómeno de los pijos en nuestra ciudad ya había nacido, su banda sonora era La Cagaste Burt Lancaster y su mascota oficial: Snoopy.

SNOOPY
El famoso perrito de Charles M. Schulz consiguió hacerse famoso y conseguir estatus de pijo, debido a que en la calle Velázquez de Madrid abrió una espectacular tienda de merchadising de los Peanuts, una tienda que causó furor entre las jóvenes bien acomodadas de la ciudad.

La fiebre “Snoopy” se extendió rápidamente por todo el país, y prueba de que estaba muy de moda es que en los mercadillos de provincias, empezaron a venderse como churros unos jerseys acolchados con el rostro de nuestro estimado amigo perruno.

Jerseys que se vendían justo al lado de los polos de colores de Lacoste. Muchas veces con colores que la marca original no fabricaba y que la gente encontraba en los mercadillos.

LACOSTE Y SUS COLORES EXCLUSIVOS
Osea muchas veces había colores más guapos en los mercadillos que en las tiendas con producto oficial. Eso sí, en Catalunya la marca Lacoste, con sede nacional en Badalona, también comenzó a fabricar colores que los rancios de los Franceses no querían para sus estirados clientes.
La revolución consumista quería vestir con ropa de marca, comer fast food, escuchar música pop y salir por ahí a pasarlo ¡Mega guai!

Mientras que en Italia los Paninaro eran adolescentes de familias bien, que estudiaban en caros colegios privados y recibían generosas pagas de sus padres. Componían sus looks con jeans Armani o El Charro, botas Timberland, bambas Superga (que también causaron furor aquí), camisas y polos de Best Company, relojes Swatch, mochilas Mistral, gafas de sol Ray-Ban (popularizadas por Tom Cruise en la pelicula Risky Business), cazadoras carísimas de Stone Island, y calcetines Burlington.

Pues mientras pasaba todo aquello, en nuestro país nacían otras tantas marcas que se sumaron al fenómeno pijo: Los pijos, inconformistas de per sé, no se resignaban a comprar sólo marcas extranjeras y también querían crear las suyas propias.

MADE IN SPAIN
La primera marca pija Made In Spain la fundó Pepe Barroso, “un guaperas rubito, peinado con una raya a un lado. Ina siempre vestido con impecable terno gris y corbata”, y después de ver como la constructora de su padre quebraba, decidió abandonar sus estudios y montar una empresa. Una empresa que se dedicase a venderle a los jóvenes españoles el sueño del verano eterno, convertido en una sudadera que se llamaba Don Algodón!

Y en Barcelona se hicieron muy famosos los jerseys Privata (con el logo en el hombro) y los Samblancat, que tras ser los primeros importadores de Levi’s crearon su propia marca de pantalones de algodón de colores, ¡que volvían locas a las nenas!

Ahora ya no había que esperar a tener mucho dinero para adquirir un símbolo de estatus, y las clases medias se lanzaron a comprar estos artículos en masa. 

“REFERENTES”
Los Borbones, que gozaban de una popularidad magnífica, los humoristas Martes y Trece, que se hicieron más famosos si cabe con su parodia de los pijos Pocholo y Borjamari (que años más tarde inspirarían a Santiago Segura para su peli…).

El cantante Julio Iglesias con Amarras, aquella marca de ropa que llevaban los que tenían yate, o los que hacían ver que lo tenían. Y como no los famosos Miguel Boyer e Isabel Preysler e hijos entre muchos otros.

Todos ellos eran referentes sociales para la nueva pija sociedad!. Modelos, cantantes… Todos protagonizaban portadas de revistas juveniles y femeninas con estética pija a muerte: La Superpop, el Hola, el Lecturas… Y todas con un montón de imágenes y reportajes sobre el pijerío nacional.

Compraras en Gonzalo Comella, El Corte Inglés, Galerías Preciados, en el mercadillo o en el Sepu a todos los pijos y macarras les unía la ilusión por una nueva vida. Todavía no habíamos visto en las tiendas más que unas pocas Nike, adidas o Converse a parte de las zapatillas Made in Spain, pero todos teníamos algún llavero de espuma.

Todos intentamos conseguir alguna prenda de ropa original o fake de nuestra marca favorita y todos teníamos unos vaqueros, fueran o no molones.

Podías ser pijo con dinero o pijo de fachada, pero todos lo pasamos en grande descubriendo el nuevo mundo que acababa de llegar a nuestras vidas a través primero de las pantallas de televisión, y después a través de los escaparates de las tiendas. 

Queríamos conocer y teníamos ilusión por conseguir, algún día, aquellas zapatillas que le habíamos visto al prota de Salvados por la Campana o a un jugador de los Chicago Bulls que tenía un 23 en la espalda.
Todos fuimos pijos y macarras.

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